[Crítica] “Antuco”: Tragedia y violencia en un relato que emociona

Con tres montajes anteriores apreciados por la crítica y que les ha permitido una importante proyección internacional (“Chiflón, el silencio del carbón”, “De papel” y “Pescador”), la compañía Silencio Blanco estrena su cuarta obra, “Antuco”, inspirada en la tragedia de los 45 soldados que murieron congelados durante una tormenta de nieve, en 2005.

Como tantas veces ha ocurrido en la historia patria, la negligencia, el abuso y la ausencia de responsables operan como el manto que envuelve estas tragedias colectivas, en la cual la injusticia y las diferencias de clase son el denominador común. Lo ocurrido en Antuco es una de esas desgracias recientes, la que es recogida por la compañía con esa mirada atenta al paisaje social y humano representado a través de marionetas y objetos.

“Antuco” pone en escena a una familia compuesta de abuelo, madre e hijo, en que los juegos infantiles de este último van dando la pauta de un destino como soldado. La quieta expresividad de las escenas cotidianas con sus pequeños detalles (el uso de las canciones de la radio) trasunta un devenir marcado por la pobreza y la falta de oportunidades, donde hacer el servicio militar se convierte en una posibilidad de surgir. La técnica de los actores/manipuladores de Silencio Blanco es intervenir este espacio dramático sin diálogos, completarlo con movimientos autónomos coreografiados, pequeñas interjecciones en sus voces y una idea amplia de un sentido teatro-dancístico que acompaña la acción de las marionetas.

Esto, en un contexto que demanda tanta concentración de los ejecutantes como del público, es un aspecto esencial de la obra y la aleja de los trabajos anteriores, en la medida que corre el riesgo claro de romper el pacto con el público en la representación de los personajes y las acciones escenificadas. Esto porque la voluntad de “intervención” del espacio dramático por parte de los actores es rotundo y desafiante de ciertas convenciones, en lo que parece ser un deliberado intento por combinar técnicas que, en el papel, parecieran no estar destinadas a unirse.

La puesta en escena se plantea así, casi en un espacio de experimentación entre marionetas y cuerpos, que va cobrando fuerza dramática a medida que el relato avanza hacia lo conocido, el infausto viaje de los conscriptos durante la tormenta. En estos momentos, de un in crescendo sostenido, el elenco de intérpretes va combinando de manera notable las asociaciones visuales y sonoras de todas las amenazas que se ciernen sobre los soldados, graficando de manera rotunda el peso del poder, la violencia y la naturaleza.

¿Puede surgir la emoción en un espacio autoconsciente de sus herramientas teatrales? Con evidente virtuosismo, Silencio Blanco proyecta el terrible dramatismo de los hechos en estas marionetas que no solo parecen cobrar vida, sino que concentran en su figura y acciones el sinsentido de una tragedia tan irresponsable como evitable.

El teatro de marionetas, ya sea para audiencias infantiles o adultas, siempre ha tenido la exigencia de construir una emoción genuina desde lo inanimado, donde el más mínimo despiste puede romper el pacto de credulidad con el espectador. Ese desafío, desde diferentes modalidades y énfasis, ha sido sorteado por destacados exponentes en el último tiempo, como el trabajo de Teatro y su doble (“El capote”), La mona ilustre (“Las cosas también tienen mamá”), Viaje inmóvil (“Gulliver”) y esa joya de la corona que es “Chaika”.

Con este emocionante y poderoso drama, Silencio Blanco se ubica en este selecto grupo y da cuenta de una muy inspirada amalgama de herramientas teatrales que jamás se olvida del relato y las circunstancias que la construyen, logrando este pequeño milagro de hacer nuestra, como espectadores, de una de las tragedias más tristes del último tiempo.

Antuco

Compañía Silencio Blanco

Dirección artística, realización de marionetas y escenografía: Santiago Tobar

Intérpretes: Camila Pérez, Camilo Yáñez, Consuelo Miranda, Marco Reyes, Marion García

Producción creativa: Dominga Gutiérrez

Diseño escénico: Belén Abarza

Diseño sonoro y composición musical: Ricardo Pacheco

Centro GAM, Sala B1, JU a SA (20:00), DO (19:00), hasta 3 septiembre.

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