[Crítica] Como si pasara un tren: Crianza y discapacidad en pequeños gestos cotidianos

Ya en su debut como directora, “Mi hijo camina solo un poco más lento” (2018), la actriz Bárbara Ruiz-Tagle había incursionado en una visión agridulce de las relaciones familiares marcadas por hijos en situación de discapacidad. Familias marcadas por disfuncionalidades tenues, marcadas por la resiliencia y un ligero aire freak.

Parte de ese espíritu vuelve a encontrarse en “Como si pasara un tren”, pero en un formato más de cámara: una madre sola con su hijo ya mayor y que sufre de transtorno madurativo. Como aquella vez, también se trata de una adaptación de un montaje con comprobado éxito en otro país (original de la dramaturga argentina Lorena Romanin), lo que le otorga esa singular cualidad de ser un texto “probado” (lo que no siempre es garantía de éxito).

En este caso, la acción se instala en una pequeña ciudad del sur de Chile, un lugar que se vislumbra apacible y con pocos peligros, donde esta madre ha cuidado toda su vida a Juan Ignacio, donde quizás la ausencia del padre ha generado un vínculo excesivamente sobreprotector. Esa realidad tenuemente asfixiante es alterada por la llegada de una prima santiaguina que le abre los ojos a Juan Ignacio sobre la vida que hay más allá de los límites impuestos por su madre.

La puesta en escena, sencilla, enfatiza su mirada en la cotidianidad de esta pequeña familia, en los pequeños roles domésticos que la madre le encarga al hijo, en el casi invisible control para protegerlo de los peligros, donde la figura simbólica del tren de juguete es el leitmotiv que empuja la acción hacia un plano ideal, el de los deseos o las tensiones por desafiar el férreo sistema en búsqueda de autonomía. De forma frontal, el decorado asemeja a un set de televisión y un ligero aire a una sitcom en que todo parece transcurrir bajo cuerda.

Esta apuesta a mostrar situaciones desde una cotidianidad que en la superficie parece tan ajena a conflictos, requiere una observación detallada a los pequeños gestos, tonos y frases que van inoculando esa posibilidad por aspirar a algo más, ya sea esta libertad, sueños o madurez. En ello, los actores hacen un sólido y concentrado ejercicio dramático en que cada movimiento o gesto pesa lo suficiente para dar cuenta de los sutiles cambios que van operando, y es remarcable que la directora Ruiz-Tagle no carga las tintas con sobredramatizar las acciones y conduce adecuadamente a los destacados intérpretes.

Porque tanto Anita Reeves como Alejandra Oviedo equilibran a sus personajes con sobriedad, ofreciendo un grado muy verosímil de vulnerabilidad hacia la realidad que representan (en el caso de Reeves, sobre una mujer mayor que intenta hacer lo mejor con los pocos recursos que tiene), lo que habla del cuidadoso trabajo de dirección. Pero sin duda es Felipe Zepeda quien brilla al componer con admirable contención un personaje difícil, con los consabidos riesgos de caer en el simplismo y la caricatura, pero que la evade con ternura y amplitud de recursos físicos y vocales.

Obra en apariencia intimista y sutil, va creciendo en sus implicancias gracias a una dedicada composición de personajes y una verdad que se va instalando sin estridencias, hasta lograr una total conexión con los espectadores.

Como si pasara un tren

Funciones en Teatro Finis Terrae, JU a SAB 20:30 hrs. DOM 19:00 hrs.

Dramaturgia Lorena Romanin (Argentina) / Adaptación Emilia Noguera

Dirección Bárbara Ruiz-Tagle

Elenco: Ana Reeves, Alejandra Oviedo y Felipe Zepeda

Asistente de dirección: Ángeles Rivero

Producción artística: Mía Producciones

Diseño integral: Cristian Mayorga

Una Coproducción Teatro Finis Terrae, Mía Producciones, Pescado sin querer y Repuestos Indra

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